Síndrome Alcohólico Fetal
El síndrome alcohólico fetal (SAF) se produce cuando la embarazada consume alcohol durante la gestación. Cualquier cantidad de alcohol y en cualquier momento de esos nueve meses, pueden provocar daños en el bebé en formación, aunque hay periodos que son especialmente críticos, como el primer trimestre.
El síndrome alcohólico fetal afecta a distintas áreas y se diagnostica cuando en el niño concurren tres características: tiene síntomas físicos del SAF (cabeza pequeña, rostro ancho, ojos pequeños…), presenta déficit en el crecimiento y hay afectación del sistema nervioso central que puede traducirse en problemas cognitivos y retraso mental.
Los daños producidos por el síndrome alcohólico fetal son irreversibles. Además, es un factor de riesgo para padecer alcoholismo durante la edad adulta.
La única y efectiva forma de prevención para evitar el síndrome alcohólico fetal es que la mujer embarazada (o que está buscando un embarazo) se abstenga totalmente de consumir alcohol, pues no hay ninguna cantidad, por mínima que sea, que pueda considerarse segura durante la gestación.
El síndrome alcohólico fetal (SAF, síndrome de alcoholismo fetal) es el conjunto de alteraciones, malformaciones y problemas que puede presentar un niño si, durante la gestación, su madre ha consumido alcohol.
Cuando el alcohol afecta negativamente al desarrollo del bebé, puede hacerlo en distintos grados:
Muerte fetal. Sucede cuando el consumo de alcohol por parte de la madre es muy elevado, lo que conlleva la pérdida del embarazo.
Síndrome alcohólico fetal (SAF). Tiene una gravedad moderada, pero el niño presenta alteraciones físicas, cognitivas, orgánicas y de comportamiento.
Trastornos del espectro alcohólico fetal (FASD). Se producen cuando el alcohol ingerido por la madre ha provocado en el niño problemas de tipo cognitivo y del comportamiento, pero no hay características morfológicas propias del SAF. Se concreta en problemas de aprendizaje, alteraciones del comportamiento, impulsividad y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
El síndrome alcohólico fetal suele presentarse con todas sus características (rasgos físicos específicos, retraso en el crecimiento y afectación en el neurodesarrollo) cuando la embarazada ha consumido grandes cantidades de alcohol de forma continua. No obstante, hay distintos grados de afectación en el SAF, por lo que pequeños consumos también pueden ocasionar problemas en el niño.
Incidencia
El síndrome alcohólico fetal afecta a 2 de cada 1.000 recién nacidos vivos en España. En otros países desarrollados, las estadísticas son similares, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que señala a Sudáfrica como el país con la más alta incidencia de casos de SAF.
No obstante, las autoridades sanitarias estiman que los diagnósticos del síndrome alcohólico fetal son solo la punta del iceberg de un problema que afecta a muchos más niños. Así, se cree que hasta 20 de cada 1.000 recién nacidos podrían padecer algún trastorno del espectro alcohólico fetal.
En la Unión Europea, el consumo de alcohol durante el embarazo es el primer factor evitable de alteraciones en el desarrollo y defectos congénitos. De hecho, actualmente, el síndrome alcohólico fetal es la segunda causa de retraso mental tras el síndrome de Down.
Hasta el año 1973, el alcohol no fue descrito como teratogénico (que produce malformaciones en el embrión y el feto). Fue en ese momento cuando hubo certeza de que provocaba daños en el bebé durante la gestación.
El síndrome alcohólico fetal puede producirse con un consumo habitual o con un consumo esporádico de alcohol durante el embarazo. El alcohol atraviesa muy fácilmente la barrera placentaria, que es la que protege al niño. Además, y en relación al adulto, tanto el embrión como el feto tienen muchas más dificultades para metabolizar el alcohol, que permanece mucho más tiempo en su cuerpo antes de ser eliminado.
Dependiendo de las cantidades y de la frecuencia de las ingestas alcohólicas de la madre, el bebé en formación puede verse más o menos afectado.
En general, se estima que los grandes consumos o atracones de alcohol son muy perjudiciales para el embrión (hasta la octava semana de gestación) o para el feto (a partir de la ocatava semana de gestación), al igual que el hábito crónico.
Dependiendo de en qué momento del embarazo se produzca el consumo de alcohol por parte de la madre, el niño puede verse afectado de distinta forma.
El primer trimestre del embarazo es una época especialmente sensible, ya que en las ocho primeras semanas (cuando muchas mujeres aún no saben que están embarazadas), y hasta la duodécima, tiene lugar la formación de órganos fundamentales que pueden quedar seriamente dañados por el alcohol. Así, beber alcohol durante la tercera semana de embarazopuede provocar malformaciones craneofaciales y déficits neurológicos profundos.
Desde la duodécima hasta la semana número 20 de embarazo, el consumo de alcohol afecta directamente al desarrollo cerebral del feto y en especial al cuerpo calloso, que es el que conecta los dos hemisferios cerebrales.
Los efectos del alcohol durante el tercer trimestre de la gestación también son importantes, ya que afecta al desarrollo neurológico, pudiendo provocar microcefalia (cabeza pequeña) y pérdida de neuronas.
Por todo ello, las autoridades sanitarias insisten en que la única dosis de alcohol segura durante el embarazo es la dosis cero. Esto significa que no se puede garantizar que ninguna cantidad de alcohol, por pequeña que sea, no provocará daños en el bebé durante el embarazo, por lo que las mujeres que buscan un embarazo o que ya están embarazadas deben abstenerse completamente de cualquier consumo de alcohol.
El síndrome alcohólico fetal causa distintos tipos de síntomas en el niño: físicos, orgánicos, cognitivos, funcionales, de desarrollo.
Algunos pueden detectarse incluso antes de nacer, como el retraso en el crecimiento intrauterino, o justo tras nacer, como el bajo peso; otros en las primeras semanas posparto y el resto, según va creciendo.
No todos los niños afectados por síndrome alcohólico fetal tienen la totalidad de los síntomas, pero cuantos más presenten, más grave es el grado del trastorno.
Síntomas físicos
Microcefalia (cabeza pequeña).
Rostro ancho y achatado.
Bajo peso y baja talla (alrededor de un 10% menos de la media).
Anormalidades faciales: ojos pequeños, rasgados (como en el síndrome de Down o en la población asiática) y separados; hueso maxilar superior pequeño; labio superior fino; surco nasolabial (pliegue entre la nariz y la boca) liso; nariz corta.
Hipotonía muscular.
Alteraciones orgánicas
Malformaciones cardiacas graves.
Problemas de vista y audición.
Anomalías neurológicas, renales y en el sistema óseo.
Defectos en el aparato genito-urinario.
Dificultades para succionar y dormir en los recién nacidos.
Problemas de desarrollo, aprendizaje y emocionales
Retraso en el desarrollo psicomotor, que afecta especialmente a la motricidad fina.
Disminución del cociente intelectual, con posible retraso mental.
Dificultades de aprendizaje al adquirir conocimientos abstractos; déficit de memoria; retraso y problemas de lenguaje; baja capacidad de razonamiento y pocas habilidades matemáticas; poca concentración y atención.
Problemas emocionales: impulsividad; irritabilidad; hiperactividad; ansiedad; deficiente socialización.
Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
El diagnóstico del síndrome alcohólico fetal (SAF) puede adelantarse durante el embarazo en los casos en que se tenga la certeza de que la gestante toma alcohol. Así, mediante una ecografía se puede detectar si hay retraso en el crecimiento del feto y si el tamaño de su circunferencia craneal es el adecuado.
Una vez que el niño nace, no hay ninguna prueba que, de forma unívoca, logre diagnosticar el síndrome alcohólico fetal; el diagnóstico es clínico en virtud de los síntomas que muestra el niño. No obstante, con una resonancia magnética o una tomografía axial computarizada (TAC), se puede confirmar si hay anomalías en la estructura del cerebro.
En general, para diagnosticar este síndrome, e independientemente de que se tenga constancia o no de que la madre ha bebido alcohol durante el embarazo, los facultativos necesitan asegurar que concurren estas tres circunstancias a la vez:
Hay características faciales propias del SAF.
El niño presenta déficit en el crecimiento.
Su sistema nervioso central está afectado, lo que se puede traducir en cociente intelectual disminuido, alteraciones en el desarrollo psicomotor y problemas neurológicos que le dificultan el aprendizaje, la socialización o el funcionamiento ejecutivo (organización, planificación, toma de decisiones, pensamiento abstracto…).
Cuando el niño de una madre que ha bebido en el embarazo solo presenta problemas en su sistema nervioso central, sin que haya características físicas propias del SAF ni retraso en el crecimiento, se habla de que padece rastornos del espectro alcohólico fetal, pero no ha llegado a desarrollar propiamente el síndrome alcohólico fetal.
Las alteraciones causadas por el síndrome alcohólico fetal (SAF) en el niño son irreversibles y permanentes.
En el caso de que se detecte durante el embarazo la exposición de la madre al alcohol, esta debe ser ayudada para abandonar el consumo con un estrecho seguimiento por parte de su ginecólogo y, en caso necesario, recibir terapia psicológica.
Si el SAF se ha detectado una vez nacido el niño, es importante hacer el diagnóstico cuanto antes, pues la atención temprana da mejores resultados.
Para abordar los problemas causados por el SAF es necesario seguir un enfoque multidisciplinar con presencia de distintos sectores: pediátrico, psicológico o psiquiátrico y educativo, con objeto de ir compensando, mediante terapias, los déficits que el niño pueda tener en los distintos ámbitos, y que en algunos casos pueden ir mejorando durante su desarrollo.
La evolución de los niños con SAF es mejor y más completa cuanto antes se produzca el diagnóstico y la intervención multidisciplinar, permitiendo mejoras en el desarrollo motor y en terrenos como el emocional, el educativo o el conductual, aunque no en el nivel intelectual. Pues si bien el daño neurológico no es reparable, la intervención temprana permitirá que el niño desarrolle en mayor medida, las posibilidades y potencialidades que su sistema nervioso le ofrece, optimizando, en la medida de lo posible, su desarrollo psicomotor y los resultados que su nivel intelectual, dañado, le permite obtener.
Las personas que padecieron de niños el síndrome alcohólico-fetal pueden presentar características propias de los adultos con alcoholismo, como impulsividad, carácter desinhibido, problemas de razonamiento, atención y memoria y deterioro cognitivo en general.
Además, el síndrome alcohólico fetal es un factor de riesgo para padecer problemas con el alcohol durante la edad adulta (medida a los 21 años). Según un estudio realizado en 2006, cuando la embarazada toma más de tres bebidas alcohólicas al día, su hijo tendrá mayor probabilidad de padecer alcoholismo. Y cuando la conducta alcohólica de la gestante se concreta a través de atracones de alcohol, es más probable que su hijo, de adulto, abuse de sustancias no permitidas, como el alcohol y las drogas, y sea diagnosticado de alguna enfermedad mental.
La única prevención clara y totalmente efectiva para evitar el síndrome alcohólico fetal es que la mujer embarazada se abstenga totalmente de consumir alcohol.
No hay ninguna dosis de alcohol que pueda considerarse segura durante el embarazo, ni ningún momento del mismo en el que se pueda asegurar que el consumo no afectará negativamente al niño en formación.
No todos los hijos de las mujeres que han bebido durante el embarazo van a padecer trastornos derivados de ese consumo, pues cada mujer y cada gestación es diferente, pero como no se puede saber a priori, la recomendación es clara: es mejor abstenerse completamente del alcohol.
Igualmente deben privarse del alcohol las mujeres que tengan posibilidades de quedarse embarazadas y no utilicen métodos anticonceptivos; especialmente aquellas que estén buscando el embarazo. Desde el mismo momento en que se comienza a intentar, la mujer debe actuar como si ya estuviese embarazada, pues es precisamente en las primeras semanas de gestación, cuando ella aún no sabe que lo está, cuando se forman órganos clave en el desarrollo del embrión, que pueden quedar irreversiblemente dañados por el consumo de alcohol.
Si una mujer tiene problemas con el consumo de alcohol, lo mejor es que pida ayuda antes de intentar el embarazo, para haber abandonado completamente este hábito previamente a la gestación.